Ser Pastor:
El sacerdote ha de entregar su vida siempre al servicio de los demás, como Cristo el Buen Pastor, en una entrega que tiene grandes satisfacciones como trabajos y sacrificios. Además, ha de poner mucho empeño en la liberación integral de los pobres y los oprimidos, debe obrar siempre con criterios evangélicos. Debe creer en la fuerza del Espíritu para no caer en la tentación de hacerse líder político o funcionario de un poder temporal.
Ser Esposo de la Iglesia:
Es aquel que debe defender los intereses de la comunidad cristiana, vigilar que no se viole la dignidad de la persona.Se puede decir que el Sacerdote anuncia el Reino de Dios que se inicia en este mundo y que tendrá su plenitud cuando Cristo venga al final de los tiempos.
Por el servicio de este Reino, el Sacerdote abandona todo para seguir a su Señor. Signo de esta entrega radical es el celibato ministerial, don de Cristo mismo y garantía de una dedicación generosa y libre al servicio de los hombres.
Cabeza de la Iglesia:
Mediante la consagración sacramental, el sacerdote se configura con Cristo y recibe como don una potestad "espiritual" que es participación de la autoridad con la cual Jesucristo, mediante su Espíritu Santo, guía a la Iglesia. Es “Cabeza” en el sentido nuevo y original de ser “Siervo” (Mc. 10,45). y porque manifiesta una representación sacramental de Cristo en la Tierra, servidor e Hijo del Padre. La autoridad de Jesucristo Cabeza coincide con su servicio, con su don, con su entrega total, humilde y amorosa a la Iglesia.